Hace una semana, el lunes en la medianoche, como ya informamos en nuestro periódico, murió el Conde Olinos asesinado con lanzas. La Reina lo había mandado matar porque su hija estaba enamorada de él, y él, enamorado de ella. Pero la Reina no quería que su hija se casara con él porque era de linaje inferior.
Al enterarse de la terrible noticia, la Infanta también murió de pena al amanecer de esa misma noche.
La familia real decidió que a ella, por ser hija de reyes, la enterraran en el altar, pero que a él, al no tener sangre real, lo enterraran unos pasos más atrás.
Parece ser que en estos últimos días de ella había crecido un rosal blanco y de él un espino albar. Como la Reina seguía teniendo envidia ordenó que los cortaran inmediatamente. El jardinero del palacio que los cortó nos dijo que no paraba de llorar de la pena que le dio.
Pero que los cortaran no sirvió de nada porque poco después, según acabamos de conocer en nuestra redacción, de ella nació una hermosa garza y de él un veloz gavilán. Un montañero nos ha confirmado que ayer los vió volando juntos por la Ribagorza.
Y, a pesar de los esfuerzos de la Reina por acabar con esta hermosa historia y que sea olvidada lo antes posible, nuestros trovadores y juglares han compuesto con ella romances que van cantando por todos los pueblos y aldeas de nuestro Reino por muy escondidos o lejanos que se encuentren.
Aquí os dejamos con una de las versiones que hemos escuchado esta misma tarde a un juglar que la cantaba en la plaza:
mañanita de San Juan, a dar agua a su caballo a las orillas del mar. Mientras el caballo bebe caminante que camina Desde la torre más alta – No es la sirenita, madre, – Si por tus amores pena |
no le mande usted matar, que si mata al conde Olinos juntos nos han de enterrar! – ¡Que lo maten a lanzadas A ella, como infanta, De ella nace un rosal blanco; La reina, llena de envidia, De ella nacería una garza; |