En el principio del mundo, de esto hace ya mucho tiempo, era grande la oscuridad sobre la Tierra, pues el Sol y la Luna no la podían iluminar. Eran dos pobres niños vestidos con hojas de palma que vivían solos en una cabaña. No tenían vacas ni ovejas. Lo único que comía la Luna eran piojos de la cabeza del Sol. Los dos eran oscuros y no brillaban. Por eso, el Lucero de la Mañana era el único ast ro que esparcía alguna luz sobre el mundo.
También había seiscientos tarahumaras que no hallaban que hacer a causa de la oscuridad. Para andar tenían que cogerse de las manos, y de todas maneras tropezaban. Así no podían trabajar ni conocerse unos a otros.
Entonces los tarahumaras fueron a buscar al Sol y a la Luna. Los curaron tocándoles el pecho con crucecitas mojadas en tesgüino. Así comenzaron a brillar y a dar luz. Ese fue su principio. Los tarahumaras de ahora, hijos de aquel los seiscientos hombres, cuentan que fue así como se iluminó la tierra y pudieron trabajar y verse las caras.
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Fuente:
Libro “Hijos de la Primavera: vida y palabras de los indios de América”, F. C. E., México, 1994, pág.201
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Gabriela Rábago.
Ilustrador: María María Acha.
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¿Qué sabes de los tarahumaras?
Una idea: Soles hechos con manos
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> El Sol y la Luna en el principio del mundo
Hola, nos ha gustado mucho el cuento porque explica cosas que no conocíamos. Ahora ya sabemos quienes son los Tarahumaras y donde vivían. Además hemos descubierto que el tesgüino es una cerveza de maíz.
También nos ha hecho reflexionar sobre la importancia del sol en nuestro planeta y nos hemos dado cuenta de que muchas culturas adoraban al dios sol.
Un saludo de Gabriel, Andrea, Jara, Mario, Dani, Pablo, Laura, Didac y Diego.