¡Hola a todos desde el barco pirata de Sahún!

Mi nombre es Robinata y soy una piratilla un poco despistada…

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En vez de abordar barcos, buscar tesoros, pescar ballenas, vencer tempestades y todo eso que se solemos hacer los piratas, estoy en un colegio lleno de ruidosos… ¡NIÑOS Y NIÑAS!

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¡Quien me mandaría a mi coger el timón! Mi amiga Alpargata ya me lo advertía… Robinata, a babor, a babor… que me parece que te estás yendo del mapa y yo ¡ni caso! Y al Ésera fui a parar. Y no solo eso, sino que acabé en un colegio lleno de ruidosos ¡NIÑOS Y NIÑAS!

Yo pensé que desde aquí podrían ayudarme y que pronto regresaría a mi hogar… Volver a pescar barcos, abordar ballenas, vencer tesoros… ¡Qué desastre!¡Ya no sé ni lo que digo!… Bueno, todo eso que solemos hacer los piratas, pero estos grumetes no sabían nada sobre el Mar.

Teníamos que ponernos manos a la obra. Yo me comprometía a prepararlos para que llegaran a ser unos verdaderos piratas y ellos por su parte aprenderían todo lo posible sobre el Mar para poder ayudarme a volver a mi casa.

Así comenzó mi aventura en Sahún una empresa arriesgada, pero estos niños tenían madera ¡Estaba segura de que lo conseguirían! Tuvieron que pasar una serie de pruebas buscar información, aprender vocabulario, construir un barco, cantar canciones piratas, ordenar la historia de mi amigo Enrique y la ballena, orientarse en un mapa…

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Paso el tiempo y yo también me acostumbraba a vivir en tierra. Observaba las montañas, las casas de piedra, las calles empinadas, y los balcones llenos de flores. Los abuelos del pueblo me contaban historias de aquellos sus años de juventud y me recordaba a los relatos de los viejos lobos de mar que nada temían. ¡Qué nuevo era todo para mí!

Llegó el gran día de la prueba final, yo consideraba que ellos estaban preparados y que podría concederles el título de capitán pirata. Tenían que superar diez pruebas, colaborando entre todos, eso era lo más importante. En los barcos somos una gran familia y tenemos que acostumbrarnos a que todos somos importantes e imprescindibles. Lo pasamos de maravilla, y por supuesto, todos consiguieron su carnet de pirata.

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Yo todavía sigo en Sahún, mi nave está ya casi lista para zarpar, y mi corazón dividido. ¡Quién me iba a decir a mí que estos chiquillos cada vez me iban a parecer menos ruidosos!

Espero volver pronto para que los niños del valle no olviden que LOS PIRATAS NUNCA DEJAN DE SOÑAR.

¡Hasta pronto, amigos! Robinata

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